ENMASCARADA: AMORES Y VENGANZAS (CAPÍTULO 2)


Respiraciones entrecortadas. Suaves gemidos. Caricias furtivas. Miradas ardientes… Valeria subió las escaleras, temerosa. Los sonidos provenían de su habitación. Abrió la puerta, sin hacer ruido, tomó aire y se asomó lentamente. Marissa Lo Greco, sudorosa, estaba acompañada de un hombre. Ambos tendidos en su cama, disfrutando de aquel arrebato de pasión entre amantes. Valeria se horrorizó ante aquel espectáculo que estaba teniendo lugar en su propio cuarto. La mujer estaba a horcajadas encima de aquel hombre. De repente, la miró y Valeria se quedó petrificada. Marissa gritó y buscó las sábanas para cubrir su cuerpo desnudo. Entonces, aquel hombre se giró hacia la puerta. Sus ojos verdes se clavaron en los de Valeria. “Valeria” – la nombró. Y comenzó a desaparecer. “Valeria”… Y, de pronto, despertó. Sobresaltada comenzó a buscar con urgencia a Marissa o a aquel hombre en su habitación. Pero no encontró a nadie. Había sido tan solo una pesadilla. Aún tenía la respiración acelerada y procuró calmarse un poco.  

No estaba acostumbrada a tales escándalos, pensó. Respiró profundamente un par de veces y volvió a tumbarse en la cama. Sin embargo, las imágenes de su sueño se habían grabado en su cabeza y, junto a las palabras que anoche le había contado Bianca, no podría dormir. Dio gracias de que ya hubiese amanecido además, podría aprovechar el madrugón para leer algún libro.

Por la tarde, volvió a prepararse con ayuda de su madre y las doncellas. El segundo vestido hacía juego con sus ojos. Un azul claro brillante, junto con unos guantes largos del mismo tono. Añadió una gargantilla de plata y le hicieron un semi recogido. Durante el día no había vuelto a pensar en aquella pesadilla, pues estaba muy ocupada preparándolo todo para esa noche. No entraba en sus competencias, para eso estaba el servicio, pero siempre le había gustado ayudar con la decoración del salón.

Por la noche, volvieron a llegar invitados. Los Scarlatti volvieron a sorprender a todos los presentes, con sus piruetas, giros y danzas. Tras la apertura, Bianca y Valeria comenzaron a bailar juntas, divertidas. Después de casi una hora bailando sin parar, decidieron ir a por algo de beber. Se sirvieron ponche. A Valeria no le gustaba demasiado, pero sus padres le habían repetido una y otra vez que en ese tipo de eventos debía tomar bebidas sofisticadas, sin ser alcohólicas en exceso, las cuales se reservaban para los nobles varones que sí podían apreciar su gran valor.

Isabella, una amiga de las chicas, le dijo a Bianca que un noble inglés había estado preguntando por ella. La joven, entusiasmada, se retiró al baño para retocarse. Mientras, Valeria buscó a su hermano. Llevaba horas sin verle. Salió al gran balcón y reparó en que estaba hablando con un caballero de alta alcurnia, probablemente de temas de finanzas. Esperaría a que terminasen de hablar. Fue a sentarse en uno de los bancos cuando vio a lo lejos a Beatrix hablando con Silvio Lo Greco. 

Parecían muy cómplices. Valeria sabía que no era propio de una buena dama espiar, pero no pudo evitarlo. Bajó las escaleras que conectaban el gran balcón con el jardín y se fue acercando a ellos, escondiéndose tras los matorrales hasta alcanzar una distancia que la permitía escuchar la conversación.

-Será la ópera del momento. Estoy seguro de que no has visto jamás nada igual. Es una obra magnífica. – Silvio parecía totalmente entusiasmado – Al principio me negué a consentir que se diese a conocer una pieza de temática tan vanguardista, así que les exigí que me hiciesen una representación privada. Tras esta, tuve que acceder. ¡Es sencillamente cautivadora! – afirmó, rotundo.

Es cierto, no me acordaba de que una parte del patrimonio de los Lo Greco residía en la ópera de la ciudad”, pensó Valeria.

-¿Y de verdad crees que podré actuar en ella? – preguntó Beatrix.
-Por mi parte no hay ningún problema. Solo tendría que mover algunos hilos. Tan solo tendríamos que convencer a tu padre.
-Eso va a ser complicado… - dijo Beatrix, cabizbaja. 
-No importa, lucharemos por tu sueño. En cuanto tu padre escuche tu maravillosa voz, seguro que lo entenderá y serás pronto una estrella.
-Eso espero – dijo ella – Bueno, aún no me has contado qué ha ocurrido con esa tal… Giovana… - apuntó con picardía.
-Bueno, ya sabes… Nos estamos conociendo. Es una joven encantadora, extremadamente hermosa… pero aún no sé cómo acercarme a ella.
-De eso me encargo yo, ya sabes que es muy amiga de mi familia…

Valeria suspiró agradecida. Parecían dos amigos hablando de sus cosas. Puede que a ojos de la nobleza no estuviese bien visto que dos jóvenes entablasen una amistad, pero Valeria no veía nada de malo en ello. Además, parecía que Silvio estaba interesado en otra chica. Valeria se tranquilizó y dejando a un lado el cotilleo por aquella misteriosa muchacha que había robado el corazón al Lo Greco, volvió a hurtadillas a la fiesta.

Subió las escaleras y se dispuso a encontrar a Bianca entre tanta multitud. Un hombre, que parecía haber bebido demasiado, empujó a Valeria sin querer y la hizo perder el equilibrio. Pero, antes de que cayese al suelo, alguien la sujetó por la cintura. Valeria se dio la vuelta para agradecer ese cordial gesto y se encontró con unos ojos verdes intensos tras una máscara negra, que la cautivaron y, además, le resultaron familiares.

-G-g-gracias… - logró decir.
-De nada.

El joven le dedicó una amplia sonrisa y, con una leve reverencia de cabeza, se dio la vuelta y siguió hablando con otros dos muchachos. Valeria le observó, era alto y corpulento. Tenía el pelo liso y castaño. Algunos mechones le caían sobre la frente. Su voz era grave pero melodiosa. Sin embargo, por sus ropas pudo percatarse de que no era miembro de la corte, sino un ciudadano. 


Sus ojos le resultaban familiares, aunque no sabía por qué. Nunca había tenido trato con ninguna persona no aristócrata, excepto sus doncellas, claro. Algo nuevo despertó en ella. Sintió un hormigueo en las puntas de los dedos y su corazón palpitó con fuerza hasta que Bianca la sorprendió por detrás, gritándole que había estado hablando con Julian, el noble inglés. La arrastró por todo el salón con el fin de presentarles. No se volvió a encontrar aquella noche con esos ojos verdes de nuevo. Sin embargo, no dejó de sentirse observada por otro hombre…

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